La temporada del alevín masculino A es ya un buen recuerdo de todos los que hemos sido participes de ella. Pues, aunque a primera impresión parezca que un equipo lo forman solo sus jugadores y su entrenador, no es así. Este equipo ha sido integrado por cada madre, padre, familiar y en general cualquier persona que ha intentado de alguna manera ayudar con su granito de arena. Por eso antes de resumir lo que ha sido para mi esta temporada me gustaría agradecer a todas estas personas por intentar que el equipo funcionase de la mejor manera en todo momento. Agradecer a nuestro presidente y coordinador de la sección minibasket por la paciencia que ha tenido conmigo y mis innumerables cambios de partidos este año, no han sido pocos.
Dicho esto, la temporada se podría catalogar de éxito para muchos, pero no lo creo del todo. En lo referente a resultado ha sido muy buena, meterte entre los cuatro mejores equipos de la categoría no ha sido fácil. Y hay que elogiar el trabajo de los chicos que son los verdaderos artífices de la hazaña. Pero para resumir de forma exacta esta temporada hay que usar solo estas palabras: diversión, trabajo y sacrificio. Esta ha sido la fórmula de trabajo de todos los que hemos integrado el equipo, y es importante leerlas en este orden. No hay que olvidar que es una categoría de formación y que, aunque competir resulte muy atractivo, el fundamento principal de cualquier juego es la diversión de quienes lo practican. Cualquier persona que haya visto a este equipo entrenar en el día a día, sabe que nos lo hemos pasado muy bien en cada sesión y que hemos sido capaces de reírnos los unos de los otros y trabajar los fallos siempre desde la diversión. En parte por eso hemos acabado siendo más de los que empezamos.
Partiendo de esta premisa, el avance uno por uno de cada jugador ha sido evidente, son niños a los que les queda un mundo por aprender literalmente. Desde el punto de vista de técnica individual, los que menos recursos tenían han acabado pudiendo resolver bastantes situaciones y los que eran un poco más avanzados, han aprendido tanto nuevos recursos como a saber utilizar mejor los ya tenían más trabajados. Tácticamente no ha habido una carga de trabajo grande, ni siquiera ha habido carga prácticamente, más allá de entender el juego como algo colectivo donde sin balón puedo ser igual de peligroso que con él y que el tiempo que tengo el balón en mis manos durante el partido es bastante inferior al que me lo paso sin él. Todo este trabajo tuvo destellos y fue fundamental a lo largo del año. Conseguir partidos en los que los 12 jugadores anotaran por lo menos una canasta durante el partido es un logro. Este factor fue determinante en concreto en los cuartos de final, donde todos los jugadores anotaron entre los dos partidos. El jugador que menos anotó, sumó 3 puntos y la eliminatoria se ganó por 2 puntos. Detalles que pueden pasar desapercibidos pero que a mi manera de valorar al grupo resultan muy significativos.
Personalmente ha sido todo un privilegio poder entrenar a este grupo, he podido aprender mucho de ellos y su forma de entender el juego. Porqué, aunque sean niños, durante toda la temporada han demostrado una madurez que no hace justicia con su edad. Son unos chavales especiales todos y cada uno de ellos, capaces de superarse sesión tras sesión y de integrar a cualquiera en el equipo.
Aún queda mucho trabajo que hacer con ellos y mucho por mejorar, pero una de las condiciones para el trabajo de cara a años posteriores está hecha. Hay dos generaciones de jugadores con núcleos de jugadores que les encanta el juego y quieren trabajar. Les deseo mucha suerte a todos y volvernos a cruzar en un futuro, quien sabe si cercano o no. Mientras tanto todos
#Seguimostrabajando.
Por: Carlos Lillo